Emociones del perro ….Antes de comenzar a hablar sobre los diferentes aspectos que influyen en nuestra relación con los perros, nos parece importante poner la atención en algo que es del todo fundamental para que la convivencia sea armoniosa y para que todas las rutinas y pautas que establezcamos para acompañar al perro hacia su madurez sean productivas.
En emociones del perro son numerosos los casos en los que, a pesar de que todo indica que el diagnóstico es acertado y que las pautas se están siguiendo correctamente, los avances no son los que en principio cabría esperar.
En estas situaciones siempre hay algo que está saboteando el proceso e impidiendo que estos avances se den de manera fluida y natural. Nos referimos al aspecto emocional. Es muy importante contar con el diagnóstico certero de un profesional y con unas pautas y rutinas acordes a este diagnóstico. Pero nada de esto va a dar buenos resultados si no somos capaces de hacerle sentir al perro la tranquilidad que necesita para que el proceso siga el ritmo natural que debe seguir y la falta de expectativas que le liberen de cualquier presión hacia él.
Para ello es importante que nos preguntemos siempre cómo estamos, antes de fijarnos en si el perro está nervioso, alterado o demasiado alerta.
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Debemos hacernos cargo de lo que estamos sintiendo en cada momento, y dejar que sea el perro el que se encargue de gestionar sus propias emociones. No podemos pretender que un perro nervioso, por ejemplo, deje de serlo por sí mismo si las referencias que recibe de las personas que tiene alrededor son de nerviosismo y exigencia constante. Esto no quiere decir que tengamos que estar siempre relajados y en paz, sino que nos hagamos cargo de nuestras emociones, sean cuales sean, antes de pedirle al perro que haga lo propio con las suyas.
Por ejemplo, si el perro nos recibe con unos niveles de ansiedad demasiado elevados cuando entramos en casa, y esto nos provoca nervios y agitación, intentar estar calmados en esa situación lo único que va a provocar es que nos agitemos más debido a la frustración de no conseguir calmarnos y transmitirselo al perro. Si estamos nerviosos/as, tenemos todo el derecho del mundo a sentir esos nervios y dejar que se vayan de forma natural. No se trata de modificar la máscara superficial de lo que sentimos, sino de fijarnos en ello en lugar de fijarnos en el perro.
En emociones del perro te damos sugerencias en reducción de estrés …..
Para que el perro esté en condiciones de aprender por sí mismo y de establecer un vínculo de confianza y seguridad, es imprescindible que se encuentre en unos niveles bajos de estrés. Un perro estresado, al igual que un humano estresado, es incapaz de extraer e interiorizar cualquier aprendizaje de una experiencia vivida, y a su vez es igualmente incapaz de responder a los estímulos que se le presenten de manera razonada y consciente. La mayoría de los perros viven hoy en día tremendamente estresados, así que, sea cual sea el problema de conducta que presente un perro, lo primero que deberemos hacer para poder comenzar a solucionarlo será reducir su nivel de estrés.
Hay muchísimos factores estresantes, de hecho, cualquier exposición a un estímulo desconocido provoca de manera natural una situación de estrés controlado en el perro que hace que su organismo segregue diferentes sustancias químicas.
Estos niveles de estrés son perfectamente asumibles para el perro, y hasta necesarios para mantenerlo alerta ante un posible peligro.
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El problema viene cuando nuestra presencia hace que se someta a ese nuevo estímulo de una manera antinatural.
Sea por aproximarse a él a un ritmo diferente del que el perro desearía, bien por hacerlo durante demasiado tiempo o demasiado poco, bien por obligar directamente a interactuar con un nuevo estímulo que en ese momento el perro preferiría evitar, o bien por impedirle acercarse a uno que el perro sí querría conocer. Este último es un caso típico, pues cuando dos perros se encuentran en la calle, ambos suelen querer acercarse para conocerse, y somos nosotros y nosotras los que muchas veces lo impedimos, provocando así unos niveles de estrés por frustración que pueden dar paso, si finalmente se les permite contactar, a una pequeña disputa que los perros por sí solos nunca hubieran tenido.
Otro factor que aumenta notablemente el nivel de estrés es el de no permitirle disfrutar de unos tiempos y lugares de descanso adecuados. El organismo del perro, igual que el del humano, necesita reposar y descansar adecuadamente, de manera especial después de haber estado sometido a una situación estresante, por pequeña que ésta haya sido.
Podemos señalar también como un fuerte desencadenante de estrés demasiado habitual el hecho de tratar al perro como si fuera, por una parte humano, y por otra un individuo con una edad emocional distinta a la que le corresponde.
Nos referimos, por ejemplo, al hecho de estar constantemente hablándole al perro, generalmente con un tono de voz antinatural, o también al hecho de, si se trata de perros pequeños, cogerlo en brazos todo el tiempo, a una altura que no es la que naturalmente le corresponde, y en la que es más que probable que no se encuentre cómodo.